
Amanecer prohibido,
es el que no sostuvimos,
ni la coloración vimos,
del croquis de la libido.
Ni la grana del abraso,
del sol, ni sus dulces flores,
ni sentimos los olores,
de las sábanas de raso,
sólo quedaron los ojos
llenos de melancolía.
Amortiguando las flamas,
de tantos delirios ¡cojos!
Que escasos, nos renacía,
en el juego de soflamas.