Me entrego a ti, suave ola que me arrastras,
méceme dulcemente en tus aguas,
quiero sentir tu melodía en mis oídos
y tu susurrar marino que me invoca,
un canto de gaviotas en libertad.
Méceme hasta el atardecer,
para que el resplandor del mar,
con su espectral brillo azul
traiga hasta mí la voz del marinero
en una luz cuajada de esperanza.
Quiero volver a sentirle y acogerle
para que no se vuelva a extraviar
en místicos corales, en las ignoradas radas
de esas playas desérticas y lejanas.
Deja atrás, marinero, la valija guardando tus temores,
deja al pasado los sueños de alborada,
deja descansar tus guitarras de algas,
trae junto a ti el incienso de esta noche lunada.
¡ Y vente conmigo, a coger y a beber
la brisa que ha de saciar nuestras almas!