Trasportando por albores
y blancas sendas de gloria,
a mi vidriosa memoria,
yo la salvo de temores.
Y una eufonía de grillos
sutilmente me acompaña,
al amanecer con saña.
Iniciada tal chiquillos.
Y que conciertan cual hados
inocentes y a destajo,
en su tierna edad lozana,
plenos y regocijados
con la vida. Y yo me encajo,
los ayeres y el mañana.