Sedientas,
caminan las ánimas
oleaginosas, esquivas
solas y descontroladas.
Sedientas,
con la lengua áspera
en el polvo que vuela,
como una pluma diluida.
Sedientas,
buscan a sus muertos
que son como siembras,
con raíces de sicomoros.
Sedientas,
hocican la cerveza oscura
que vas bebiendo cada mañana,
mientras cavan los cielos
su despertar de tumbas.
Las palabras son como varitas mágicas; si llegan a los lectores, se esparcen por todo el mundo. Ellas pueden tocar a quien sea, sin importar el estrato social ni el cultural, si eso ocurre las personas tocadas, por un momento se convierten en hadas. Soni