LA GUADAÑA
- ¡Ah no, tú otra vez!
- Si, yo, ¿por?
- ¿Es que no te fastidias de andar con ese palo de golf?
- Sepa señorita que este no es un palo ordinario, es una guadaña.
- Qué guaraña ni que ocho cuartos, para mí es un palo de golf ¿Y esa capucha tan horrible que te cubría por completo?
- Recuerda que estamos en primavera y la muerte también tiene un renacer ¿Acaso no te causaba terror?
- Para nada, para mí, quien se cubre es un cobarde.
- Hermanita, no te olvides que hemos bregado juntas de la mano varias veces, y tu alma sale de tu cuerpo como un río desbordado.
- Ya, ya, déjate de poetizar. Por supuesto que mi alma se me ha escapado, sí hasta he sentido el frío de tu aliento, pero vuelve a mí. ¿Entonces?
-Te veo más gordita, se ve que te cuidas y alimentas bien.
- Déjate de leseras, son los corticoides y la subida de peso me está complicando.
- Jajajajaja, además eres divertida.
- Claro, es que, ¿no sabes que la risa lo cura todo?
- No me vengas con huevadas…si sigues así de gorda y fumando, me veré en la obligación de hacerte callar de un solo paraguazo.
- Jajajajajajajaja, ¿ paraguazo? ¿No será de un solo guadañazo? Gracias, por cuidarme, eres asombrosa.
- No te rías, no te rías mira que por algo tuviste un preinfarto. ¿No te cansas de luchar por la vida?
- Pues no, no me canso, aún tengo sueños y muchas cosas que hacer, ¿quizás a los ochenta años?
-¡Me voy! Me cansas hermanitas, me cansas…
- ¡Espera! Se te queda el palo de golf.
- Guadaña, porfiada, y hoy no tengo ganas de cosechar tu alma. ¡Adiós!
- ¡Ups! ¿Se enojó?...