8 ago 2007

EN LA HIGUERA


Alardeaba la campana. Los niños habían salido desbandados de la escuela, confundiéndose con los “tiznados” obreros del Ferrocarril.

Padres e hijos llegábamos a casa donde un humeante plato de porotos con fideos, acompañados con una rica ensalada de tomates con cebollita sal y aceite, nos esperaba, preparado por la mamá, la cual se había pasado la mañana lavando en la batea, limpiando el patio, los gallineros y el pozo de los patos.Ni los gases de la Fuente de Castalia se podrían comparar en olores con los que allí se emanaban..

También se ocupó del jardín, regando los cajoncitos donde cultivaba hortalizas, el aromático laurel y la hierba luisa “para el dolor de guatita”

Al fondo del patio la higuera se alimentaba con todas las agüitas que mamá tiraba de sus lavados. Ella nos decía que allí habitaban duendecillos. Nunca los vimos.

Los días parecían que no cambiaban, todos eran iguales, pero cuando algo sucedía. ¡Por Dios!, ¡eso sí era un acontecimiento!

Esa tarde, iríamos al cine. Mamá nos vistió a mi hermanita Nancy y a mí, con primorosos vestidos de organza, hasta nos encasilló las odiosas enagüitas almidonadas… ¡ja!

De pronto un bullicio en la calle…” ¡se arrancó el loro!”

Todo al mundo a la calle, pues el loro era el animalejo más inteligente del pueblo, ¡si hasta hablaba!

“Julita buscan, buscan Julita” repetía el loro…ahora volaba despavorido como un cometa en libertad…

” ¡Niñas, no se vayan a ensuciar!” Gritaba mamá, mientras aperaba a mi hermanita más pequeña y le daba de mamar a mi único hermanito varón.

El loro sin prejuicio se fue a posar en la rama más alta de la higuera…Nancy me miró en complicidad, conocíamos de memoria esa vetusta higuera. Allí cogíamos las negras y lustrosas brevas, mientras el sol nos acariciaba con sus rayos dorados. Y comíamos las frutas de corazón carmesí.

Trepamos a la higuera sin medir consecuencias, Nos subimos al techo de la casa, para colgarnos de una rama firme, “Sonia, cuidado” me indicaba Nancy. El sol me daba en plena cara, no podía visualizar al loro…”a tu izquierda” y yo saltaba como un mono de rama en rama…cuando le iba dar alcance, el loro voló, para posarse en la rama donde estaba mi hermana.

Entonces me saque la enagua y lo atrapé, justo en ese momento pisé una rama más delgada. Y nos caímos como en un arrecife con loro y todo en la poza de los patos.

El resultado ya se lo pueden imaginar, nos quedamos castigadas sin ir al cine, pero con un montón de embelecos que nos regaló Julita.

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