Aquella mañana había amanecido muy fría y húmeda cuando el metálico pájaro alado aterrizaba en el aeropuerto de la isla. Al mirar hacia el horizonte, cielo y mar parecía uno solo; en el gris acero del fondo, se perfilaban hombres gigantes, impresionantes y bellos. Daban la sensación de estar suspendidos en el aire.
Las embarcaciones de los pescadores, las gaviotas y otras aves marinas, le daban el toque mágico a este cuadro natural, que parecía un collage perfecto. Faltaban cinco minutos para las siete de la mañana de aquel día. Al oeste, los primeros rayos de sol, empezaban a aparecer cambiando lentamente el color , del espectáculo del amanecer. Y yo, yo te miraba ilusionada, barda , perpleja y enamorada, nada se podía comparar con la belleza de tus manos, aquietadas en mi trenza pelirroja, tu voz suave que me estremecía y la ternura que guardabas dentro del baúl de tus ojos al mirarme. Era nuestro primer viaje, era mi primer despegue del nido materno, era estar atada a ti en plena libertad. Estábamos allí en el ombligo de la tierra (Te pito o te henua), iniciando una vida juntos. Isla de Pascua es el lugar más apartado del mundo; los pascuenses tienen que hacer grandes viajes para encontrar otras tierras. Dicen que los primeros navegantes que llegaron a esta isla solitaria en medio del océano lo hicieron antes que Colón. Cuando desembarcaron no construyeron grandes fortalezas, sino que hicieron figuras de piedras con forma humana (moais) , altas como torres y pesadas como vagones de tren. Todavía están repartidos y arrumbados por toda la isla. Los hombres que realizaron estas magnificas obras son artistas ambiguos. Una vez que terminaron sus esculturas gigantescas dejaron sus herramientas a los pies de algunos sin terminar y se marcharon sin dejar rastros. Allí en esa playa fragante de Anakena, de arenas blancas, bajo las palmeras y sobre gigantescas estatuas de piedras levantadas sobre tarimas ceremoniales (ahus) con el espíritu maori y Espíritu del Ariki, te entregué mis desvelos y juré amarte toda la vida. Dibujamos un corazón con tiza en un moai, símbolo de nuestro amor, donde escribimos un tú y yo… que el tiempo caliginoso, la brisa del mar y la lluvia tropical se encargaron de borrar. No así en nuestras vidas, donde, indeleble, permanece ese viejo, eterno corazón de tiza.Moai mirando el horizonte en las playas de Anakena.(Isla de Pascua)
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