17 mar 2011

PALOMA HERIDA




Se encerró en el tocador y se sentó ante la peinadora. Dos largos mechones grises escuadraban  sus sienes; solía esconderlos en el enjambre de sus cabellos, al despertar, para no verlos cuando estuviera ante el espejo; pero esta mañana, encontraba una amarga satisfacción en comprobar su presencia; le daban varios años de más y, sin embargo, le parecía que aquellas greñas que la envejecían así, prestaban al rostro una suavidad que nunca había tenido.

De pronto esta mujer salió de su encantamiento como despertando de un mágico sueño y recomenzó a vivir.

Recordó a Johnny, un osado y terrible pistolero que pasaba todo su tiempo libre en el bar de su famoso saloon. Allí fue donde él conoció al amor de su vida. Ella era una prestigiosa bailarina de cancán que había llegado desde Paris al lejano oeste norteamericano. Una paloma herida que revoloteaba entre los parroquianos a los cuales incitaba a beber, ofreciéndole sus favores.

Los dos se enamoraron perdidamente y vivieron juntos por un tiempo: pero la vida tranquila no estaba echa para ellos. Johnny, retornó a sus andanzas y con el tiempo se lo nombraron sheriff en la localidad de Cayente, un pueblo del lejano oeste. La madame decidió regresar a los fanales y a los lechos de alquiler.

Suspiró, pensando que aquella dulzura era efecto, sin dudas, de la expresión desanimada que leía en el fondo de sus ojos. Hasta la muerte seria necesario levantarse por la mañana y volver a tomar la vida donde la había dejado. Hacía cinco minutos que aún dormía, hundida en sueños que no podía recordar; tenía la impresión de retornar desde un país lejano, donde la tristeza era desconocida, hasta un país hostil, de caminos dolorosos.

Se peinó, se lavó la cara con agua de rosas y bajó al comedor-estudio, donde impartía clases de cancán. Aunque eran cerca de las nueve de la mañana sus alumnas aún no habían llegado.

Bendijo esta circunstancia. En el estado de ánimo que se encontraba, le parecía imposible comenzar una vez más con el estrepitoso baile. Sin embargo el “galop infernal” grabado en vinilo, en un rincón de viejo saloon, principiaba a sonar.

15 mar 2011

MIRANDO AL FIRMAMENTO


¡Nos vemos tan pequeñitos...!
Cuando miramos hacia el firmamento
repleto de estrellas fugases
que le dan sentido a la vida.


Como esa caricia suave de un bebé,
como esa mirada que nos interroga,
como un, ¡te quiero! que brota,
o ese abrazo tierno que descoloca.


Y…

¡Nos sentimos tan pequeñitos...!
Ante aquellos instantes gloriosos
Como lo es la felicidad.